La política agraria del gobierno colombiano esta
siendo por estos días objeto de intenso debate a
raíz del escándalo generado en la asignación de
recursos públicos para incentivar la producción
agrícola. El centro del escándalo es el programa
gubernamental Agro Ingreso Seguro, creado
con el fin de ?promover la productividad y competitividad, reducir
la desigualdad en el campo y preparar al sector agropecuario
para enfrentar el reto de la internacionalización de la economía?.
Se descubrió, sin embargo, que los principales beneficiarios de
los recursos entregados por el programa son un pu?ado de familias
muy adineradas, propietarias de grandes predios rurales, y
con gran influencia política.
Mas allá de los detalles del escándalo particular, lo realmente
importante es reconocer las ideas ? el sustento teórico
- que están detrás de esta política agraria pues, como dijo John
Maynard Keynes ?son las ideas y no los intereses creados las que
presentan peligros, tanto para mal como para bien?.
Y en el caso de la política agraria colombiana, las ideas
que la sustentan son peligrosas para mal. Malas para la productividad,
malas para el bienestar general, malas para la justicia.
El gobierno colombiano considera que el modelo apropiado
para lograr el desarrollo del sector agrícola es el de la
concentración de la tierra en unos pocos grandes inversionistas
terratenientes que desarrollen proyectos agroindustriales de
gran envergadura utilizando mano de obra asalariada pero con
un contrato de arrendamiento de la tierra, es decir, sin derechos
de propiedad.
Este modelo, sin embargo ya está siendo implementado en
Colombia y ha mostrado su rotundo fracaso.
En efecto, la distribución de la tierra en Colombia siempre
ha sido muy desigual, pero desde 2000 en adelante se ha venido
gestando una contrarreforma agraria de gran magnitud. El índice
de Gini de la propiedad de tierra pasó de 0.86 a 0.88 entre 2000 y
20091. En otras palabras, actualmente solo el 4% de los propietarios
es due?o del 61% de las tierras de mejor calidad en Colombia.
Contrario a la tesis del gobierno, esta mayor concentración
no se ha visto en modo alguno reflejada en la productividad del
sector agrario. En los últimos 16 a?os el área cosechada ha disminuido
alrededor de un 25%, y la productividad se ha mantenido
inalterada2. El PIB agrícola ha crecido a un ritmo significativamente
menor al del resto de la economía (2.5% en promedio
frente a 7.5% entre 2000 y 2008)
Los resultados del sector son deplorables, mas no sorprendentes.
La productividad del sector agrícola ha estado inextricablemente
ligada a la peque?a propiedad privada a través de la
historia. Algunos ejemplos sirven para ilustrar este hecho.
En 1862 el Presidente Abraham Lincoln sancionó la ?Homestead
Act? a través de la cual se otorgaban 65 hectáreas de
tierra en el área al oeste del río Mississippi a cualquier colono
que decidiera establecerse y explotar la tierra productivamente.
Alrededor de 1.6 millones de estos títulos fueron entregados. El
aumento en la productividad de la tierra fue espectacular: ?entre
1869 y 1914 la producción de trigo aumentó 309%, la de maíz
322%, la de cereales 375%, la de algodón 644% y la de carne
bovina 250%3.
En India se han llevado a cabo interesantes estudios sobre
los esquemas de propiedad de tierra y su impacto en la productividad.
Por un lado, los economistas Abhijit Banerjee y Lakshmi
Iyer4 investigaron los diferentes esquemas de propiedad que los
británicos impusieron en los diferentes distritos durante la colonia.
El estudio concluyó que aquellos distritos donde la tierra
era propiedad de una peque?a clase terrateniente están, aun hoy
en día, sistemáticamente rezagados frente a aquellos distritos
donde primaba la peque?a propiedad.
En otro estudio5, se aprovecha la gran reforma realizada
en el estado indio de Bengala Occidental en 1977. La reforma
consistió en otorgar a los campesinos derechos de propiedad
sobre los terrenos que anteriormente arrendaban de terratenientes.
Los resultados, una vez más, fueron contundentes:
Durante la década anterior a la reforma, la producción de arroz
(principal producto agropecuario) en Bangladesh era superior
a la de la vecina Bengala Occidental. En la época posterior a
la reforma, la producción de Bengala ha dejado rezagada a la
de Bangaldesh.
Estos breves ejemplos ponen de manifiesto el gran poder
que tiene la propiedad privada de desencadenar las fuerzas productivas
de las personas.
Sin embargo, la gran tragedia de la contrarreforma agraria
colombiana va mucho más allá de ser un modelo destinado al
estancamiento productivo. La gran tragedia de la contrarreforma
agraria colombiana de los últimos a?os es que se gestó a
sangre y fuego, sobre la base del desplazamiento forzoso de la
población rural.
En efecto, aproximadamente una cuarta parte de la población
rural ha sido sacada a la fuerza de sus predios durante
los últimos quince a?os. Hoy Colombia es el segundo país con
mayor cantidad de desplazados después de Sudán; la población
desplazada alcanza los 3.5 millones de personas.
En términos de predios, se calcula que han sido 650.000 la
cantidad de predios robados, que antes eran labrados intensivamente;
esto equivale a un impresionante 42,5% de la superficie
total de cultivos.
El ataque es frontal en contra la propiedad privada: un 80%
de los desplazados poseía tierras, y un 60% tenía títulos formales
de propiedad.
La inmensa cantidad de tierras apropiadas violentamente
que existe hoy en Colombia presenta al gobierno una encrucijada.
O las recupera para entregarlas a grandes inversionistas
agrarios para el desarrollo de poyectos agroindustriales, o las recupera
y las otorga como propiedad formal de los campesinos
desplazados.
Colombia tiene hoy la posibilidad de desencadenar el maravilloso
poder que tiene la propiedad privada. Un poder cuya
fuerza transformadora es tan silenciosa como irresistible. Un
poder capaz como pocos de cambiar el comportamiento de las
personas de manera que éste redunde en una mejor vida para
cada uno, y para todos.
El gobierno debe reconsiderar su política agraria y tomar
la decisión correcta. Nuestra viabilidad como país depende de
ello.