En los inicios de la Roma antigua el etrusco
Tarquino Prisco ?el Antiguo?, quinto rey de
Roma según la tradición, tuvo como sucesor
en el trono al esclavo de la casa real, Servio
Tulio, siempre bajo la envidia y ambición de
Tarquino, hijo del predecesor de Tarquino
Prisco. Tarquino se hizo valer de las más bajas estrategias para
llegar al deseado trono, casándose primero con Tulia, hija del rey,
mujer igual o más perversa que él -no sin antes ambos esperar
la casi simultánea muerte de sus anteriores nupcias, tratándose
además del hermano del mismo Tarquino y la hermana de Tulia
respectivamente. La nueva pareja asesinó al padre de ella, el rey,
para enseguida Tarquino autoproclamarse nuevo monarca, prescindiendo
de la elección popular y de la ratificación del Senado.
Este nuevo rey caracterizó su gestión por no tomar en absoluto
la opinión del Senado para sus actos; por deshacerse de los senadores
que eran adversos a sus políticas; por la violación de la propiedad
de sus detractores mediante la confiscación de sus bienes;
por la injusta imposición de la obligación militar de ciudadanos
para eliminarlos, entre otros actos que le hicieron adquirir el sobrenombre
de ?el Soberbio?. El fin de su reinado acaeció después
de que su hijo Sexto Tarquino cometiera el crimen de violar a la
esposa de su propio primo Lucio Tarquino Colatino?
Esa noche Lucrecia, después de ser víctima del deleznable
acto de Sexto Tarquino, hizo mandar mensajeros al sitio de
Ardea y a Roma, donde se encontraban su marido y su padre,
urgiendo su presencia acompa?ados cada quien de un fiel amigo.
Al instante comparecieron ambos, acompa?ados de Publio
Valerio y de Lucio Junio Bruto (también sobrino del rey). Ante
estos cuatro testigos narró lo sucedido y se dio muerte a sí misma
clavándose en el corazón la misma daga con la que había
sido amenazada para ser víctima del crimen de Sexto, no sin
antes hacer jurar a su marido y padre venganza contra su agresor,
alegando que se suicidaba para que en adelante ninguna mujer
que sobreviviera a su deshonra pudiera invocar su ejemplo de
vivir con esa carga.
En medio del dolor que embargaba a todos, Bruto tomó la
daga del pecho de Lucrecia y juró ante los dioses venganza en
contra del rey, esposa e hijos, prometiendo además que nunca
más nadie reinaría sobre Roma. Llevaron el cadáver de Lucrecia
al foro para hacer sabedor al pueblo del vil acto y despertar la
furia contra el rey y su familia, llamando, en su carácter de jefe
de la caballería (tribunum celerum) al pueblo a congregarse y
unirse en su lucha. La muchedumbre respondió con gran indignación
y se levantó en armas dividiéndose en dos: la mitad
con Colatino, a cargo del gobierno de la ciudad, pues además estaba investido como prefecto de la misma (praefectus urbi), y
la otra mitad se dirigió al sitio de Ardea para sublevar al ejército
en contra del rey1.
El rey y su familia fueron desterrados y el pueblo fue convocado
a comicios por centurias por el prefecto de la ciudad. Se
decidió nombrar dos cónsules2: Lucio Junio Bruto y Tarquino
Colatino. Esta nueva magistratura sería siempre ejercida por
dos hombres y de manera anual. El carácter dual y la duración
del periodo se verían interrumpidos en contadas ocasiones de
manera legal por la magistratura extraordinaria del dictator.
Al poco tiempo Colatino es también desterrado por la
apelación del pueblo a Bruto a cumplir con cabalidad su palabra y expulsar de Roma a todos los Tarquinos. Si bien Bruto
también estaba emparentado con esta familia lo era por vía de
su madre, hermana del expulsado rey, Tarquino ?el Soberbio? y
por lo tanto Bruto era más bien considerado como parte de la
gens de su padre. Al exilio de Colatino quedó en seguida electo
cónsul Publio Valerio.
Es constante en la historia de todos los pueblos que todo
cambio importante en el Estado divida a las masas en simpatizantes
y en detractores del cambio, y en este episodio en
particular los rebeldes a la nueva República eran aquellos hombres
que con la monarquía se habían visto privilegiados en su
persona, bienes y familia y se veían ahora obligados a perder estas prerrogativas. Tarquino desde su exilio se mantenía en
contacto secreto con estos hombres conspirando para restaurar
la monarquía. El depuesto rey, a medida que se acercaba la
fecha en la que darían el golpe definitivo solicitó a sus seguidores
le dieran garantía de su fidelidad por escrito, cartas de
cada uno de los conspiradores firmadas de su pu?o y letra para
dar garantía de su lealtad a la conjura. En estos tiempos el
Senado deliberaba acerca del destino que deberían tener los
múltiples bienes de la familia Tarquino en Roma; para el efecto
de mantenerse en comunicación con el Senado acerca de este
rico patrimonio, Tarquino había enviado diversos emisarios, y
el Senado por medio de ellos le mantenían informado. Estos
hombres de Tarquino tenían muy regulada y
vigilada su estancia en Roma, la cual sólo sería
tolerada mientras duraran las sesiones del
Senado. En una de estas tardes la reunión
duró menos de lo normal y ningún senador
tuvo el cuidado de despedir a los mensajeros
y asegurarse que salieran de Roma. Tarquino
había encargado a estos hombres ponerse en
contacto con los conspiradores, lo cual anteriormente
como se ha descrito, era de gran
dificultad.
Esa noche llegaron a refugiarse a casa
de los Vitelio, familia de origen de la mujer
de Bruto, quienes se encargaron en el acto de
reunir a todos los participantes. Los Vitelio
eran uno de los más activos conspiradores,
y no era cosa extra?a su oposición a Bruto,
pues nunca había existido simpatía entre
Bruto y la familia de su esposa. Bruto se había
adelantado a los planes de la conspiración
y había ya hecho un acuerdo con el esclavo
de los Vitelio, Vindicio, para que le comunicara cualquier novedad
en el plan de los conspiradores que se llevara a cabo en
casa de los Vitelio. Así al escuchar esa noche el esclavo todos
los planes discutidos en casa de su dominus, y sabiendo que su
palabra sería respaldada por las cartas que además le habían
sido confiadas en sus manos, no tardó en darle aviso al cónsul
y entregarle los documentos prueba del crimen. Al recibir las
cartas fue leyendo cada uno de los veinte nombres en silencio,
con el semblante despreocupado hasta que de repente su rostro
se tornó severo. La lectura de los últimos dos nombres hizo que
se le helara la sangre; sus ojos miraban dos nombres una y otra
vez sin dar crédito a lo que veía: los nombres de Tito y Tiberio
Junio, sus dos hijos varones. Sus tíos, desde que comenzó el
consulado de Bruto se habían encargado de convencerlos de
la conveniencia de la traición, derrocamiento y muerte de su
mismo padre, a cambio de ciertas prebendas y privilegios en el
segundo reinado de Tarquino. No hubo mejor momento para
disolver la conspiración y aprehender de un solo golpe a todos
los traidores, pues en al instante se dirigieron ambos cónsules a la casa de los Vitelio acompa?ados de sus lictores, quienes
arrestaron a todos los hombres reunidos ahí, con la consigna
de no matar a ninguno.
El Senado les había otorgado a los cónsules facultades
extraordinarias para hacer frente y exterminar toda oposición
a la nueva República. Bruto se veía ahora en la encrucijada de
sacrificar la República o a su misma sangre. La decisión no le
tomó mucho tiempo y a la ma?ana siguiente, se programó el
juicio de los traidores, adjudicándose los cónsules facultades
jurisdiccionales. Desde temprano se colocó una tribuna con
las sillas curules de los cónsules en el Campo de Marte para
el efecto. El Senado y el pueblo asistieron al lugar para presenciar
el primer gran acto del primer consulado; incluso los
ciudadanos desinteresados de la política se dieron cita por la
especial nota que se agregaba al suceso: el cónsul Bruto daría el
ejemplo del precio que tenía que pagar todo el que se atreviera
a desafiar a Roma, aún por encima de su propia familia. Antes
del mediodía estaba ya toda la gente esperando en inusual silencio,
los cónsules y otros magistrados de alto rango tomaron
sus lugares en la tribuna correspondiente.
En primer lugar se procedió a libertar al esclavo que había
delatado a los traidores. Bruto con el báculo con el que
se apoyaba ahora para caminar se acercó a él y le tocó con el
mismo haciendo del conocimiento público que era el primer
esclavo desde el nacimiento de Roma que era libertado por su
lealtad, y que así sería para aquellos que siguieran su ejemplo3.
En seguida llegaron los inculpados escoltados por los lictores y
se detuvieron al frente de la tribuna. Sin haber muchos argumentos
para deliberar acerca de la culpabilidad de los veintiún
hombres enjuiciados, con la indubitable prueba de las cartas
firmadas con su pu?o y letra y el hecho del descubrimiento de
la reunión de conspiración, rápidamente todos fueron sentenciados
a muerte por concepto de traición a su patria apenas
libertada, al consulado, al Senado, al pueblo, a todos los dioses
y ciudadanos romanos; y Tito y Tiberio además por traición a
su padre.
En el mismo lugar hallábanse veintiún postes clavados al
suelo a los que fueron sujetados cada uno de los condenados;
en seguida fueron azotados con palos y con látigos de puntas
de hierro a lo que algunos lloraban y emitían gritos suplicando
clemencia, misma que todo mundo sabía no hubieran otorgado
ellos mismos al ejecutar su plan. Eran en su mayoría jóvenes de
familias acaudaladas y nobles de Roma, sin embargo las miradas
de la multitud no se hallaban situadas en ellos sino en particular
en los dos hijos de Bruto, quienes recibían silenciosamente
su suplicio. Al terminar los azotes los lictores se limpiaron el
sudor de la frente y conjuntamente voltearon la mirada a los
cónsules como solicitando su autorización, asintiendo ambos
en silencio. Los lictores en seguida tomaron las hachas que se encontraban a sus pies y las incorporaron a sus fasces4. Uno a
uno fueron decapitados los traidores dejando en último lugar a
los jóvenes hijos de Bruto. Al instante en que el primer lictor
levantó su hacha las miradas de todos mudaron de la escena de
ejecución al rostro de Bruto. Por su rígido rostro corrió una lágrima
mientras caían al suelo las cabezas de sus hijos.
Comentarios
La República romana permaneció desde su fundación en 509
a.C. hasta casi quinientos a?os más. La palabra rey fue por siempre
proscrita y odiada por los romanos. Por causa de esta animadversión
encontramos posteriormente denominaciones del
soberano como princeps, pater patria o imperator.
Esta forma de gobierno fue objeto de estudio y de encomio
de hombres como Polibio, Cicerón, Maquiavelo o Montesquieu,
todos teóricos de indudable inspiración para la teoría del Estado
moderna e influencia sobre las actuales instituciones en toda república
democrática coetánea.
Del nacimiento de esta forma de gobierno nace la oposición
tradicional de monarquía y república popularizada por
Maquiavelo. Hay autores de Teoría del Estado que argumentan
que las notas características de la república son la elección popular
y el carácter no hereditario, características que ya definían
a la monarquía romana. Se desprende del nacimiento de aquella
forma de gobierno que la nota distintiva es la alternancia y temporalidad
del cargo, no vitalicio.
La fundación de la República por Bruto, su rechazo a los
tiranos y su juramento de que no volvería a haber algún rey en
Roma fue el argumento que utilizaría cuatrocientos sesenta y
cinco a?os después su descendiente, Marco Junio Bruto, para
legitimar el asesinato de Julio César.
Para algunos autores la República romana no nacería materialmente
sino hasta muchos a?os después; su principal argumento
es que los cónsules seguían ejerciendo sus poderes de
manera absoluta cual si fueran dos reyes. Según estos autores,
el pueblo fue adquiriendo sus poderes gradualmente hasta encontrar
en las revoluciones sociales de los hermanos Graco de
133 a.C. su máxima expresión. Cuestión en la que difiero, pues
el movimiento de Bruto fue el primer paso que propició mayor
poder del pueblo. Algunas instituciones surgidas como consecuencia
de este poder creciente fueron: la creación de los tribunos
de la plebe en 493 a.C., la asamblea de plebeyos en 471 a.C.,
la inmunidad de los tribunos en 449 a.C., la Lex Cannuleia de igualdad de 440 a.C., la Lex Hortensia de 287 a.C. que declara
ley todos los acuerdos de la plebe, etc.
Es popular, romántica y dada por sentada la idea de
que este concepto de república fue inventado en Roma por
Bruto, pero Mommsen menciona en su obra que el sistema
ya era adoptado por varios pueblos vecinos de Roma, y de
hecho desde tiempos de Rómulo (s. VIII a.C.), y la revolución
ya la habían intentado los Senadores a la muerte del
primer rey, lo que dio lugar al nacimiento de la institución
del interregnum.
Por último encuentro un paralelismo en las tradicionales
historias de los establecimientos de las dos constituciones
formales de Roma: la Monarquía y la República5. Rómulo
mató a su hermano Remo que se burlaba de las murallas que
levantaba su hermano alrededor de Roma declarando que ese
sería el destino de todo aquel que perpetrara los muros de la ciudad. La simbología de esta historia es compleja y tiene
varios puntos de estudio, pero esto debe ser tratado en otra
ocasión?
Bibliografía
Tito Livio. Historia Romana, Primera década. Editorial Porrúa.
6? edición. México, 2006.
Nizel Rodgers. Ancient Rome. Hermes House. London, 2007.
Steven Saylor. Roma, La novella de la Antigua Roma. La esfera de
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Tim Cornell. The beginnings of Rome: Italy and Rome from the
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Theodor Mommsen. Historia de Roma. Turner. Espa?a 1983.
Dionisio de Halicarnaso. Historia Antigua de Roma. Gredos. Espa?a,
2002
Wolfgang Kunkel. Historia del Derecho romano. Ariel Derecho.
9? edición. Espa?a, 1985.