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Un juicio Ejemplar: La ca?da de la Monarquía y establecimiento de la República romana.

Por : Sergio Torres / Area : PRINCIPADO - Filosof?a, historia, pol?tica y sociedad
Número : 20 , Tercera Época  /  Diciembre de 2009
Los lictores en seguida tomaron las hachas que se encontraban a sus pies y las incorporaron a sus fasces. Uno a uno fueron decapitados los traidores dejando en último lugar a los jóvenes hijos de Bruto. Al instante en que el primer lictor levantó su hacha las miradas de todos mudaron de la escena de ejecución al rostro de Bruto.

En los inicios de la Roma antigua el etrusco Tarquino Prisco ?el Antiguo?, quinto rey de Roma según la tradición, tuvo como sucesor en el trono al esclavo de la casa real, Servio Tulio, siempre bajo la envidia y ambición de Tarquino, hijo del predecesor de Tarquino Prisco. Tarquino se hizo valer de las más bajas estrategias para llegar al deseado trono, casándose primero con Tulia, hija del rey, mujer igual o más perversa que él -no sin antes ambos esperar la casi simultánea muerte de sus anteriores nupcias, tratándose además del hermano del mismo Tarquino y la hermana de Tulia respectivamente. La nueva pareja asesinó al padre de ella, el rey, para enseguida Tarquino autoproclamarse nuevo monarca, prescindiendo de la elección popular y de la ratificación del Senado. Este nuevo rey caracterizó su gestión por no tomar en absoluto la opinión del Senado para sus actos; por deshacerse de los senadores que eran adversos a sus políticas; por la violación de la propiedad de sus detractores mediante la confiscación de sus bienes; por la injusta imposición de la obligación militar de ciudadanos para eliminarlos, entre otros actos que le hicieron adquirir el sobrenombre de ?el Soberbio?. El fin de su reinado acaeció después de que su hijo Sexto Tarquino cometiera el crimen de violar a la esposa de su propio primo Lucio Tarquino Colatino?

Esa noche Lucrecia, después de ser víctima del deleznable acto de Sexto Tarquino, hizo mandar mensajeros al sitio de Ardea y a Roma, donde se encontraban su marido y su padre, urgiendo su presencia acompa?ados cada quien de un fiel amigo. Al instante comparecieron ambos, acompa?ados de Publio Valerio y de Lucio Junio Bruto (también sobrino del rey). Ante estos cuatro testigos narró lo sucedido y se dio muerte a sí misma clavándose en el corazón la misma daga con la que había sido amenazada para ser víctima del crimen de Sexto, no sin antes hacer jurar a su marido y padre venganza contra su agresor, alegando que se suicidaba para que en adelante ninguna mujer que sobreviviera a su deshonra pudiera invocar su ejemplo de vivir con esa carga.

En medio del dolor que embargaba a todos, Bruto tomó la daga del pecho de Lucrecia y juró ante los dioses venganza en contra del rey, esposa e hijos, prometiendo además que nunca más nadie reinaría sobre Roma. Llevaron el cadáver de Lucrecia al foro para hacer sabedor al pueblo del vil acto y despertar la furia contra el rey y su familia, llamando, en su carácter de jefe de la caballería (tribunum celerum) al pueblo a congregarse y
unirse en su lucha. La muchedumbre respondió con gran indignación y se levantó en armas dividiéndose en dos: la mitad con Colatino, a cargo del gobierno de la ciudad, pues además estaba investido como prefecto de la misma (praefectus urbi), y la otra mitad se dirigió al sitio de Ardea para sublevar al ejército en contra del rey1.

El rey y su familia fueron desterrados y el pueblo fue convocado a comicios por centurias por el prefecto de la ciudad. Se decidió nombrar dos cónsules2: Lucio Junio Bruto y Tarquino Colatino. Esta nueva magistratura sería siempre ejercida por dos hombres y de manera anual. El carácter dual y la duración del periodo se verían interrumpidos en contadas ocasiones de manera legal por la magistratura extraordinaria del dictator.

Al poco tiempo Colatino es también desterrado por la apelación del pueblo a Bruto a cumplir con cabalidad su palabra y expulsar de Roma a todos los Tarquinos. Si bien Bruto también estaba emparentado con esta familia lo era por vía de su madre, hermana del expulsado rey, Tarquino ?el Soberbio? y por lo tanto Bruto era más bien considerado como parte de la gens de su padre. Al exilio de Colatino quedó en seguida electo cónsul Publio Valerio.

Es constante en la historia de todos los pueblos que todo cambio importante en el Estado divida a las masas en simpatizantes y en detractores del cambio, y en este episodio en particular los rebeldes a la nueva República eran aquellos hombres que con la monarquía se habían visto privilegiados en su persona, bienes y familia y se veían ahora obligados a perder estas prerrogativas. Tarquino desde su exilio se mantenía en contacto secreto con estos hombres conspirando para restaurar la monarquía. El depuesto rey, a medida que se acercaba la fecha en la que darían el golpe definitivo solicitó a sus seguidores le dieran garantía de su fidelidad por escrito, cartas de cada uno de los conspiradores firmadas de su pu?o y letra para dar garantía de su lealtad a la conjura. En estos tiempos el Senado deliberaba acerca del destino que deberían tener los múltiples bienes de la familia Tarquino en Roma; para el efecto de mantenerse en comunicación con el Senado acerca de este rico patrimonio, Tarquino había enviado diversos emisarios, y el Senado por medio de ellos le mantenían informado. Estos hombres de Tarquino tenían muy regulada y vigilada su estancia en Roma, la cual sólo sería tolerada mientras duraran las sesiones del Senado. En una de estas tardes la reunión duró menos de lo normal y ningún senador tuvo el cuidado de despedir a los mensajeros y asegurarse que salieran de Roma. Tarquino había encargado a estos hombres ponerse en contacto con los conspiradores, lo cual anteriormente como se ha descrito, era de gran dificultad.

Esa noche llegaron a refugiarse a casa de los Vitelio, familia de origen de la mujer de Bruto, quienes se encargaron en el acto de reunir a todos los participantes. Los Vitelio eran uno de los más activos conspiradores, y no era cosa extra?a su oposición a Bruto, pues nunca había existido simpatía entre Bruto y la familia de su esposa. Bruto se había adelantado a los planes de la conspiración y había ya hecho un acuerdo con el esclavo de los Vitelio, Vindicio, para que le comunicara cualquier novedad en el plan de los conspiradores que se llevara a cabo en casa de los Vitelio. Así al escuchar esa noche el esclavo todos los planes discutidos en casa de su dominus, y sabiendo que su palabra sería respaldada por las cartas que además le habían sido confiadas en sus manos, no tardó en darle aviso al cónsul y entregarle los documentos prueba del crimen. Al recibir las cartas fue leyendo cada uno de los veinte nombres en silencio, con el semblante despreocupado hasta que de repente su rostro se tornó severo. La lectura de los últimos dos nombres hizo que se le helara la sangre; sus ojos miraban dos nombres una y otra vez sin dar crédito a lo que veía: los nombres de Tito y Tiberio Junio, sus dos hijos varones. Sus tíos, desde que comenzó el consulado de Bruto se habían encargado de convencerlos de la conveniencia de la traición, derrocamiento y muerte de su mismo padre, a cambio de ciertas prebendas y privilegios en el segundo reinado de Tarquino. No hubo mejor momento para disolver la conspiración y aprehender de un solo golpe a todos los traidores, pues en al instante se dirigieron ambos cónsules a la casa de los Vitelio acompa?ados de sus lictores, quienes arrestaron a todos los hombres reunidos ahí, con la consigna de no matar a ninguno.

El Senado les había otorgado a los cónsules facultades extraordinarias para hacer frente y exterminar toda oposición a la nueva República. Bruto se veía ahora en la encrucijada de sacrificar la República o a su misma sangre. La decisión no le tomó mucho tiempo y a la ma?ana siguiente, se programó el juicio de los traidores, adjudicándose los cónsules facultades jurisdiccionales. Desde temprano se colocó una tribuna con las sillas curules de los cónsules en el Campo de Marte para el efecto. El Senado y el pueblo asistieron al lugar para presenciar el primer gran acto del primer consulado; incluso los ciudadanos desinteresados de la política se dieron cita por la especial nota que se agregaba al suceso: el cónsul Bruto daría el ejemplo del precio que tenía que pagar todo el que se atreviera a desafiar a Roma, aún por encima de su propia familia. Antes del mediodía estaba ya toda la gente esperando en inusual silencio, los cónsules y otros magistrados de alto rango tomaron sus lugares en la tribuna correspondiente.

En primer lugar se procedió a libertar al esclavo que había delatado a los traidores. Bruto con el báculo con el que se apoyaba ahora para caminar se acercó a él y le tocó con el mismo haciendo del conocimiento público que era el primer esclavo desde el nacimiento de Roma que era libertado por su lealtad, y que así sería para aquellos que siguieran su ejemplo3. En seguida llegaron los inculpados escoltados por los lictores y se detuvieron al frente de la tribuna. Sin haber muchos argumentos para deliberar acerca de la culpabilidad de los veintiún hombres enjuiciados, con la indubitable prueba de las cartas firmadas con su pu?o y letra y el hecho del descubrimiento de la reunión de conspiración, rápidamente todos fueron sentenciados a muerte por concepto de traición a su patria apenas libertada, al consulado, al Senado, al pueblo, a todos los dioses y ciudadanos romanos; y Tito y Tiberio además por traición a su padre.

En el mismo lugar hallábanse veintiún postes clavados al suelo a los que fueron sujetados cada uno de los condenados; en seguida fueron azotados con palos y con látigos de puntas de hierro a lo que algunos lloraban y emitían gritos suplicando clemencia, misma que todo mundo sabía no hubieran otorgado ellos mismos al ejecutar su plan. Eran en su mayoría jóvenes de familias acaudaladas y nobles de Roma, sin embargo las miradas de la multitud no se hallaban situadas en ellos sino en particular en los dos hijos de Bruto, quienes recibían silenciosamente su suplicio. Al terminar los azotes los lictores se limpiaron el sudor de la frente y conjuntamente voltearon la mirada a los cónsules como solicitando su autorización, asintiendo ambos en silencio. Los lictores en seguida tomaron las hachas que se encontraban a sus pies y las incorporaron a sus fasces4. Uno a uno fueron decapitados los traidores dejando en último lugar a los jóvenes hijos de Bruto. Al instante en que el primer lictor levantó su hacha las miradas de todos mudaron de la escena de ejecución al rostro de Bruto. Por su rígido rostro corrió una lágrima mientras caían al suelo las cabezas de sus hijos.

Comentarios

La República romana permaneció desde su fundación en 509 a.C. hasta casi quinientos a?os más. La palabra rey fue por siempre proscrita y odiada por los romanos. Por causa de esta animadversión encontramos posteriormente denominaciones del soberano como princeps, pater patria o imperator.

Esta forma de gobierno fue objeto de estudio y de encomio de hombres como Polibio, Cicerón, Maquiavelo o Montesquieu, todos teóricos de indudable inspiración para la teoría del Estado moderna e influencia sobre las actuales instituciones en toda república democrática coetánea.

Del nacimiento de esta forma de gobierno nace la oposición tradicional de monarquía y república popularizada por Maquiavelo. Hay autores de Teoría del Estado que argumentan que las notas características de la república son la elección popular y el carácter no hereditario, características que ya definían a la monarquía romana. Se desprende del nacimiento de aquella forma de gobierno que la nota distintiva es la alternancia y temporalidad del cargo, no vitalicio.

La fundación de la República por Bruto, su rechazo a los tiranos y su juramento de que no volvería a haber algún rey en Roma fue el argumento que utilizaría cuatrocientos sesenta y cinco a?os después su descendiente, Marco Junio Bruto, para legitimar el asesinato de Julio César.

Para algunos autores la República romana no nacería materialmente sino hasta muchos a?os después; su principal argumento es que los cónsules seguían ejerciendo sus poderes de manera absoluta cual si fueran dos reyes. Según estos autores, el pueblo fue adquiriendo sus poderes gradualmente hasta encontrar en las revoluciones sociales de los hermanos Graco de 133 a.C. su máxima expresión. Cuestión en la que difiero, pues el movimiento de Bruto fue el primer paso que propició mayor poder del pueblo. Algunas instituciones surgidas como consecuencia de este poder creciente fueron: la creación de los tribunos de la plebe en 493 a.C., la asamblea de plebeyos en 471 a.C., la inmunidad de los tribunos en 449 a.C., la Lex Cannuleia de igualdad de 440 a.C., la Lex Hortensia de 287 a.C. que declara ley todos los acuerdos de la plebe, etc.

Es popular, romántica y dada por sentada la idea de que este concepto de república fue inventado en Roma por Bruto, pero Mommsen menciona en su obra que el sistema ya era adoptado por varios pueblos vecinos de Roma, y de hecho desde tiempos de Rómulo (s. VIII a.C.), y la revolución ya la habían intentado los Senadores a la muerte del primer rey, lo que dio lugar al nacimiento de la institución del interregnum.

Por último encuentro un paralelismo en las tradicionales historias de los establecimientos de las dos constituciones formales de Roma: la Monarquía y la República5. Rómulo mató a su hermano Remo que se burlaba de las murallas que levantaba su hermano alrededor de Roma declarando que ese sería el destino de todo aquel que perpetrara los muros de la ciudad. La simbología de esta historia es compleja y tiene varios puntos de estudio, pero esto debe ser tratado en otra ocasión?

Bibliografía

Tito Livio. Historia Romana, Primera década. Editorial Porrúa. 6? edición. México, 2006.
Nizel Rodgers. Ancient Rome. Hermes House. London, 2007.
Steven Saylor. Roma, La novella de la Antigua Roma. La esfera de los libros, Espa?a, 2007.
Tim Cornell. The beginnings of Rome: Italy and Rome from the Bronze Age to the Punic Wars. 1995.
Theodor Mommsen. Historia de Roma. Turner. Espa?a 1983.
Dionisio de Halicarnaso. Historia Antigua de Roma. Gredos. Espa?a, 2002
Wolfgang Kunkel. Historia del Derecho romano. Ariel Derecho. 9? edición. Espa?a, 1985.


1 Theodor Mommsen critica esta mención de los cargos de ambos en la crónica de Tito Livio, pues el poder en la monarquía no estaba descentralizado, de manera que el prefecto no gozaba de ningún tipo de imperium sobre el pueblo, y menos aún cualquier tribuno. Se antoja pensar que esta mención fue más bien insertada por Livio y otros historiadores para legitimar el cambio de constitución romana haciendo parecer que la República hasta orígenes legales había tenido, siendo más acorde al tiempo de Livio la noción de respeto a la ley y su autoridad intrínseca que en la primitiva Roma del siglo VI a.C. Así los romanos de tiempos de Augusto tendrían la noción que un cambio de constitución no puede hacerse por vías no legales.

2 Cónsules significa literalmente ?los que bailan o saltan juntos? (Mommsen, p. 568)

3 Desde ese día quedó instituida esta forma de manumisión de un esclavo, per vindicta, tomado el nombre del esclavo Vindicio.

4 Las fasces eran el arma y símbolo del poder (imperium) de los guardias de los magistrados romanos, eran mazos conformados por la unión de treinta varas de madera (una por cada curia) amarradas con un cinto de cuero rojo en ocasiones con un hacha incorporada. Los lictores no podían portar las hachas en sus fasces dentro del pomerium (línea imaginaria fronteriza alrededor de Roma: lo que estaba dentro del pomerium era Roma, lo demás era territorio permaneciente a Roma). El Campo de Marte estaba fuera del pomerium, sin embargo debían solicitar la autorización del uso de las hachas al magistrado al mando. Este símbolo ha sido adoptado a lo largo de la historia, así lo usó Mussolini y su movimiento fascista, está actualmente en los escudos nacionales de Francia o Ecuador, en el sello oficial de los Estados Unidos, en múltiples monumentos alrededor del mundo como en el monumento a la Independencia en Reforma, entre otros innumerables ejemplos.

5 Cabe recordar que Augusto nunca cambió formalmente la forma de gobierno, disfrazó su investidura con poderes extraordinarios en una institución que tenía cabida en la República.

Sergio Torres
Cursa el tercer a?o de la carrera en la Escuela Libre de Derecho.
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